Este mes de enero se ha caracterizado por una friolenta temporada invernal, algo inusual para calientes terruños pero no por eso desagradable, ya que es precisamente en momentos como estos cuando debemos aplicar de manera literal aquel dicho “al mal tiempo, buena cara”. Querido lector, he de compartirle entonces que una de las mejores maneras de olvidar este intenso frio es buscar un buen abrigo, refugiarnos tras una humeante taza de café y por qué no, probar algunas delicias culinarias, que aunque son culposas no dejan de ser deleitables.
Gastronómicamente, el estado de Campeche cuenta con un pequeño rincón, conocido por su tradicional forma de elaborar pan y que por su excepcional sabor merece ser probado incluso por los paladares más exigentes, me refiero entonces a Pomuch, una panadera comunidad parte del municipio de Hecelchakán y ubicada en el conocido “Camino Real”.
Por trillado que parezca el secreto de este exitoso pan radica en la utilización de singulares hornos, aquellos hechos de barro, de semicircular forma y calentados con leña. Sí, de esos que ya están en desuso, pero que por sus características le proporcionan un especial sabor; más aún, estos panes aún no han sido industrializados, entonces las caseras recetas han subsistido de generación en generación y aunque se han mejorado no han perdido su esencia de antaño.
Para quienes conocen de panadería y repostería, no les resultará extraño el uso de harina, leche, azúcar y huevos, ingredientes base para la elaboración de cualquier pan, sin embargo estos artesanos culinarios le agregan un plus y utilizan naturales saborizantes como la canela o el imperdible aroma del anís. Créame estimado lector, observar este oficio es un memorable momento que incluye la percepción del uso de las manos en el proceso de amasado y la creatividad en las formas de las piezas. Ni hablar del poroso y grueso pan recién salido del horno, con circular forma y oscuro color en su corteza, cuya espolvoreada superficie azucarada le proporciona ese toque sin igual.
Por dichas razones y más, no debe perderse la gran variedad de presentaciones como las hojaldras, los tutis, los riñones, los polvorones, las panetelas, las roscas, las camelias, las trenzas y las frágiles pacharelas, esas que me recuerdan mi niñez cuando al ir a comprarlas el vendedor me decía ¿una pa´ la chela? Aludiendo obviamente a este rico pan y por supuesto a mí no desapercibida blanca tez. Le recomiendo probar el suculento sabor del pan de anís, y claro al más conocido, el pan de pichón, que por su imperdible aroma y sabor son el acompañamiento perfecto para una buena taza de chocolate casero caliente.
Mi apreciado lector, compartir con los suyos una suculenta pieza de pan, le proporcionará esa reconfortante calidez que tanto necesitamos en estos fríos días.
Berenice Ceballos García.