Esta mañana encontré una pequeña nota que decía, “Bere: recuerda que la vida es como una obra de teatro que no permite ensayos”. Me cayó como balde de agua fría, porque al ser algo quisquillosa y muy caprichosa suelo complicarme con ilusas banalidades. Así que he decidido tomarme mis cinco minutos de reflexión y compartirle mis ingenuas y sencillas conclusiones.
Como buena amante de los viajes, considero que la vida es eso: una travesía con múltiples destinos, llena de extraordinarias bellezas pero también acechada por incertidumbres que muchas veces agitan el corazón. Pero vaya, es parte de, si no fuese así no sabríamos apreciarla. Tampoco existe un manual personalizado que nos indique exactamente qué hacer en cada situación, pero lo que sí existen son los libretos, sí, esos que son puestos en escena y que nos reflejan toda una amalgama de situaciones, sentimientos, creencias, costumbres… en fin, el teatro suele ser tan extenso y exquisito que es una buena manera de aprender y reflexionar a través de otros.
Pues bien, esta semana tuve la amable invitación de asistir a una obra de teatro de contacto, ¿de contacto? Yo diría más bien que de inmersión, porque te cobija tanto con la trama de la historia, que la vives, la sientes, te transporta en el tiempo pero sobre todo la disfrutas; admito que siempre me ha gustado el teatro, pero esta obra se lleva las palmas de oro, permítame explicarle: se trata de una puesta en escena titulada “Vivos Recuerdos”, basada en “La Visita” novela del escritor campechano Esteban Hinojosa y presentada en las engalanadas habitaciones de la céntrica Casa 6, sí ya de por sí es en una interesante combinación, imagínese nada más esa inigualable sensación de serenidad y antaño que reflejan los oscuros pasillos iluminados con velas y candeleros. Pero eso no es todo, la sugestiva charla de los actores, agasaja nuestro auditivo sentido con ese peculiar y chispeante tono campechano, ese que refleja una atrayente mezcla de maya colonizado pero sobre todo que regala a los visitantes una distintiva variante de la tonalidad al hablar, y acá entre nos, es algo que me encanta.
Ciertamente la historia es como la cereza del pastel, porque nos regala una cálida lección de amor y hermandad pero sobre todo de lazos de unión más allá de la vida, esos que perduran ante el tiempo y el recuerdo, convirtiéndose en costumbres y tradiciones propias de las familias campechanas. Pero qué decir de los artistas, aquí es donde aplico el dicho de “zapatero a sus zapatos” porque son en verdad, unos profesionales. Créame, entre Candelaria, Martha y Rigoberto llevan de la mano a cada uno de sus visitantes a través de sensaciones, emociones, risas y hasta lagrimas. Es toda una tertulia que incluye unos insignificantes granos de cacao pero tan insignificantes que al finalizar y para sorpresa de todos, pareciera que impone la gran necesidad de una humeante y tibia taza de chocolate.
Antes de finalizar y siendo sincera, me es grato conocer este tipo de innovadoras propuestas turísticas, que permiten recrear historias y anécdotas pero sobre todo que interactúan con los espectadores a través de originales visitas teatralizadas. Entonces estimado lector, este periodo vacacional, déjese consentir por tan curiosa propuesta pero sobre todo recuerde que la vida no permita ensayos, así que regocíjese ahora que se puede.
Berenice Ceballos García