Berenice Ceballos García.


Porque viajar es la mejor forma de ejercitar la mente... y el corazón.

Tapijulapa y el artesanal mimbre

21.10.2014 09:05


 

Sí sus viajeros pasos andan en busca de un lugar especial, entonces  prepare su cámara fotográfica para inmortalizar hermosos paisajes de un mágico pueblo pero también sensibilice su artesanal sentido para dejarse deleitar por  el arte, todo en un mismo lugar y tan accesible que cuesta trabajo creerlo  ¿se imagina? Pues sí, aún hay asombrosos parajes enclavados en naturales sitios a la espera de ansiosos  visitantes por conocerlos.

Es por eso mi estimado lector, que he de compartirle la visita a un tradicional pueblo, Tapijulapa en Tabasco, ubicado en las sulfurosas aguas de los ríos Oxolotán y Amatán,  cobijado por la selva alta entre ceibas y chicozapotes y albergando cientos de aves que arrullan con su prodigioso trinar,  así es como este singular poblado de empedradas calles y pequeñas casitas curiosamente pintadas de rojo y blanco, recibe a los viajeros con una ancestral cultura que dedica su tiempo y energía a trabajar la singular fibra del mimbre.

Y es que bien dicen que se puede saber la historia de un pueblo a través de su artesanía, y en este caso la cestería es una de las actividades artesanales de mayor antigüedad ya que por su fácil adquisición el ser humano pudo desde un principio obtener fibras vegetales para convertirlas en utensilios cotidianos, para volcar ahí cúmulos de imaginación, destreza y hasta pericia aprovechando las flexibles materias naturales que con el tiempo endurecen. 

Lo interesante aquí es que el “mutusay” o mimbre es una liana que se produce por todo el territorio en la copa de los árboles y desciende como largos bejucos que son cortados longitudinalmente y raspados, luego son puestos al exterior para su secado natural bajo el sol y posteriormente son enrollados para que obtengan su dureza. Observar los enormes rollos de mimbre que decoran los talleres es una postal sin igual que por supuesto merece unos cuantos flashazos; este tipo de fibra suele ser ligera individualmente pero sumamente  robusta cuando se utiliza en el tejido y en grandes proporciones, para ello los artesanos se encargan de flexibilizarla remojándola en agua  y cuidando que ésta no se quiebre, digamos que como todo en la vida es una especie de equilibrio: flexible por naturaleza pero a la vez resistente y firme.

En así como este trabajador pueblo ha valorado sumamente la cestería y se ha afianzado para obtener de artesanas manos, maravillosas creaciones entrelazando estas naturales fibras con una única herramienta: sus manos acompañadas de una buena dosis de paciencia y destreza.

Es admirable que a lo largo de todo el camino, usted pueda observar los humildes talleres llenos de mimbre y con artesanía en proceso y lo mejor de todo es la facilidad para conocer el asunto, ya que  si uno se acerca lo reciben con un cálido trato, explicándote todo el proceso, enseñándole el árbol del que es extraído e incluso cediendo algunos trucos de tejido.  Vaya son humildes artesanos orgullosos y dispuestos a compartir su más preciado tesoro. Además aquí no distinciones, todos trabajan el mimbre: hombres, mujeres y hasta los pequeños del hogar.

Así que no es  extraño encontrar de todo, desde enormes sillones, muebles y salas enteras hasta pequeños objetos decorativos como lámparas, canastos, sombreros, abanicos y hasta juguetes. Los hay para todos los gustos y bolsillos. Y a mi parecer más que un souvenir, son artesanales obras llenas de creatividad aumentada con lupa pero sobre todo llenas de perseverancia y anhelo de tabasqueños artesanos que sin duda alguna, cautivarán su viajero espíritu. 

Berenice Ceballos García.