Este 2013 conmemoramos 473 años de la fundación de San Francisco de Campeche como villa; desde entonces, el terruño campechano se ha ido extendiendo a fronteras inimaginables, porque más allá de los alcances territoriales, nuestro estado goza hoy, de un nutrido patrimonio histórico, arqueológico, cultural pero sobre todo social. Es por eso estimado lector y con motivo suficiente de que ha iniciado el mes de octubre, que en esta ocasión quiero dedicarle unas líneas a la peculiar y distintiva palabra “campechano”.
Definida gramaticalmente por el sinónimo “amistoso”, este característico término atribuye claramente lo especial que suelen ser los campechanos. Digo, está de más mencionar que solo aquí ostentamos jugar la particular lotería campechana y ni hablar de las excusas horarias con la ya conocida “hora campechana”. Vaya querido lector, no pretendo ofenderlo, al contrario, esto tan solo es una muestra del rico patrimonio cultural del que gozamos diariamente, porque son precisamente las experiencias cotidianas las que nos definen y engalanan.
Pero no nos muy vayamos lejos, hablar de la elegante campechanía es una quisquillosa tarea, porque significa hablar de la tradición, de la cultura, del corazón. Significa expresar con letras el simbolismo de tradicionales danzas como la vaquería, significa divertirnos con la inocente timbomba, significa transmitir sabores, olores, y colores de una exquisita gastronomía, significa revivir emocionantes leyendas que han sido parte de generaciones enteras, significar escuchar los armoniosos compases de “las torres de catedral”, significa sentir la brisa marina al disfrutar de un buen paseo por el malecón, significa admirar la interesante combinación entre los valiosos restos arqueológicos de la imponente cultura Maya y por otra, la sutil arquitectura de coloniales fachadas. Significa entonces, transmitir la bondad y cortesía como vívidas muestras de un singular pueblo.
Disculpe usted mi atrevimiento, pero como vivimos en la era de la tecnología le tengo que dejar algo claro: el texto y la fotografía no son suficientes para percibir la belleza de un estado y es preciso descubrir su historia, su cultura, su naturaleza, disfrutar su gastronomía, mezclarse con la magia que envuelve, en pocas palabras, conocerlo, sentirlo, gozarlo. Lo invito pues, a conocer esas pequeñas cosas que identifican pero sobre todo hacen única a esta tierra campechana: una frase, un sabor, un ritmo.
Y antes de terminar, permítame confesarle algo: hace poco más de cinco años tuve la oportunidad de llegar a Campeche con el único fin de cursar una carrera, pero grande ha sido mi sorpresa que hasta el día de hoy me sigo admirando cada vez mas de este lugar, no lo sé aún, pero creo que tiene una esencia única, como ese cliché del que no te puedes zafar. Le reitero, venga a conocer las delicias que nos ofrece Campeche, y claro, queda en voz de usted la opinión más importante.
Berenice Ceballos García