Estimado lector ¿Últimamente ha tenido su agenda llena? Disculpe mi atrevimiento pero los últimos días he sentido que han estado cargados de intensas labores y por ende lo he podido notar en mis matutinas caminatas por el malecón de nuestra capital ciudad, porque he observado que la afluencia ha disminuido un poco ¿Acaso corremos “literal” todo el día y toda la semana?
Probablemente sea así; entre el trabajo, la escuela y el hogar a veces es necesario disminuir la velocidad, respirar hondo y darnos una escapadita ¿No cree? Pues bien, le comparto esto porque precisamente la semana pasado tuve la oportunidad de una escapadita a la Zona Arqueológica de Edzná, acompañando un particular grupo de visitantes: los integrantes de la red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México ¿Se imagina? Es de esas oportunidades que no se pueden dejar pasar, porque además de convertirte en noble anfitrión, te deja una grata experiencia de aprendizaje inducida por el aprecio de eruditos comunicólogos, pero sobre todo el buen discernimiento y la positiva crítica hacia este preciado lugar.
Como siempre “la casa de los Itzaes” recibió animosa a estos visitantes, quienes ansiosos por conocer bajaban del transporte apresurados; así iniciamos el recorrido a través de un delimitado sendero que nos condujo a la sala de estelas, donde atentos escuchamos la atinada explicación de Luis, nuestro informado guía. Transitamos por un empedrado camino, y créame no podía dejar de observar esas caras de admiración por la adyacente vegetación, además nos topamos con útiles letreros que dan información del sitio ¡vale bien darle una pequeña leída! pero eso sí, apresurábamos los pasos para siempre seguir junto al grupo y presenciar así, las estructuras que circuncidan la Gran Acrópolis: sus abovedados cuartos, sus anchas escalinatas y hasta una sublime muestra de arco falso, donde valerosamente nos adentramos y por supuesto era el momento ideal para tomar la foto del recuerdo.
El soleado día hizo que descansáramos un poco bajo la sombra de los arboles, apaciguáramos la sed y el calor pero sobre todo retomáramos fuerzas. Aquí entre nos, se hizo un buen ambiente que invitaba a la amena charla, despejando todas las dudas sobre la milenaria civilización Maya y asombrándonos con meticulosos datos, incluso dando lugar para un poco de humor, vaya reír un poco no hace mal a nadie.
Eso sí, para admirar la grandeza de Edzná es necesario subir las estructuras, vale bien entonces un poco de esfuerzo para obtener así el mejor ángulo de la pirámide de cinco pisos, la vista es fenomenal así que éste fue el lugar indicado para la panorámica grupal, porque permite no solo admirar la imponente crestería sino asombrarnos con la grandiosidad de la construcción, el impregnado misticismo y hasta la denotada muestra del poderío Maya.
Le cuento que afortunadamente el recorrido fue todo un éxito y al final de nuestra travesía, al emprender el camino de regreso, pude sentir ese ambiente de compañerismo y satisfacción, pero más aún aprendí que la grandiosidad de una perspicaz civilización como la Maya, puede traspasar fronteras de tiempo-espacio, admirando a propios y extraños aún transcurridos los años.