¿Alguna vez ha querido descubrir ese rincón ideal anti estrés? Pues bien, le tengo la solución. Esta semana le presento la combinación ideal entre antigüedad perdurable en el tiempo y dádivas naturales que resultan ser un recorrido de lujo que no se debe perder. En efecto, quiero hacerlo partícipe de una experiencia reconfortante que solo el norte de Campeche puede brindar, sí, le hablo específicamente de Isla Arena.
Claro está, para poder conocer este prodigioso lugar es necesario recorrer un sinuoso camino que lejos de apartar a los visitantes, los invita a colmarse de una gran cantidad de detalles únicos que sólo esta parte de Campeche, y específicamente el municipio de Calkiní nos pueden brindar. Así que sin más preámbulo, y con la idea de mostrarle algunos pormenores excepcionales, iniciemos nuestro recorrido camino a la Ex Hacienda Santa Cruz, donde además de la peculiaridad de las casas y de la hacienda en sí quienes engalanan la ruta de entrada, podemos encontrar unos cuadros pintados o incluso labrados en piedra de cantera, sinceramente ¡son una belleza! Para los amantes de las artesanías típicas, esta es la opción ideal, no sola por la perfección y sintonía de los colores en un cuadro, sino por el labrado hecho por manos auténticamente campechanas, que son una de las muchas pruebas de creatividad y aprovechamiento de los recursos de la región. ¡Enhorabuena para estos artesanos artistas!
Es momento ahora, de realizar un recorrido en el tiempo, y no hay mejor lugar que haciendo una parada obligatoria en Tankuché, donde nos da la bienvenida una ex hacienda henequera mostrando la singularidad de la región. Estimado lector, francamente la galanura de esta construcción arquitectónica es propia de una excelente postal, además de que nos transporta a la época del apogeo industrial del henequén, ¿puede creerlo? La sensación es impresionante. También, a un costado aunque menos preservado, se pueden encontrar aún porciones de los instrumentos y vigas que se utilizaban, eran enormes y su localización en diversas áreas de la construcción, nos dan una ligera idea de su uso.
Ahora bien, cambiando drásticamente de ámbito, hemos de llegar a nuestro tan anhelado destino: Isla Arena. Y no hay mejor recompensa, ante tan agradable trayecto que una hermosa vista del mar, ¡vaya que enamora! Se trata de un singular pueblo de pescadores que reciben al visitante con peculiar gentileza (algo que se agradece mucho), además de la sincronía de los botes en el malecón, pero sin duda, lo que corona este lugar es su faro, actualmente remodelado y el cual nos remembranza esas señales marítimas de navegación que desde mucho figuran intrigantes historias de aventuras en el mar. El lugar está propiamente acondicionado para descansar en un acogedor camastro o bien tener un agradable picnic con la familia bajo unas espaciosas palapas, igualmente tiene un pequeño muelle consentido por las gaviotas, el cual resulta imprescindible para la foto del recuerdo, y para los aventureros hay una excelente alternativa de práctica del kayakismo. ¡Cuidado con las olas! Para rematar, nos engalanan con una atractiva escultura, que da paso a un espacioso y muy completo museo dedicado a la vida y obra de Don Pedro Infante, quien gustaba de visitar la isla, sin duda después de este recorrido, no me queda más que reconocer y coincidir con el Sr. Infante: ¡Isla Arena es una joya de singular belleza!.
Berenice Ceballos García.