¿Alguna vez ha escuchado la frase “pancita llena, corazón contento”? Muy utilizada y tan coloquial que pasamos por desapercibido el trasfondo gastronómico-social que lleva consigo, porque si bien la comida es un imprescindible requisito para nuestro diario vivir, también se convierte en un indicante souvenir comestible de todo destino. Así que por esto dedico estas letras a los ricos y tradicionales panuchos.
Permítame contarle estimado lector, que hace un par de semanas conocí un diligente joven dedicado a la venta de antojitos, esta especie de bocadillos tan rutinarios, que solemos desmerecer su habilidosa preparación pero que en realidad el éxito de su exquisito sabor radica precisamente en sus ingredientes, vaya la mixtura de sabores y aromas ha permitido que los panuchos pasen incluso a ser parte de nuestro diario menú.
Pero esto no es de ahorita, los panuchos traen historia de antaño y es que cuentan los expertos que un viajero hambriento y cansado, llegó proveniente de Campeche a una pequeña fonda en el barrio de San Juan, en Mérida; al solicitar comida para apaciguar su hambre la respuesta fue negativa pero ante la incontenible insistencia, don Lucho el dueño de la fonda, optó por freír unas viejas tortillas y mezclarlas con sobrantes de otras comidas, como pollo, lechuga, tomate y cebolla. La combinación fue un éxito, popularizándose tanto entre Campeche, el Camino Real y Mérida, que inició la recomendación al son del “pan de don Lucho”.
En amena charla y degustando, aprendí que lleva un delicado proceso de preparación, empezando por supuesto por ese circular molde a base de maíz que es freído en aceite; aquí los tips culinarios salen a relucir ya que si hay suficiente aceite, mejor es el dorado de la tortilla llegando incluso al grado de “esponjarse”; posteriormente le es untado frijol e ingeniosamente va acompañado con lechuga local, que para mi sorpresa es una saludable hortaliza para el corazón ¡Empiezo a entender por qué nos gusta tanto! Lo que sí es cierto es que le agrega esa dosis de frescura y equilibrio a los “aceitosos” matices previamente comentados. La carne de pavo, por su parte primeramente es marinada y luego asada, proporcionándole así un peculiar sabor, pero acá entre nos, para mí el toque celestial es esa cebollita morada curtida con naranja agria, pimienta y una pizca de sal. ¿Qué delicia verdad? Y que le parece si le agregamos un rodaja de aguacate con su respectivo chile habanero ¿sublime no? Con delicioso platillo por supuesto que pierdo la dieta.
La versatilidad de estos antojitos ha permitido la inclusión de otros ingredientes, como el relleno negro, el pollo e incluso ha llegado a delicias marinas como el cazón y camarón, ¡Imagínese nada más esta sutil combinación! Pero aquí hay para todos los gustos, consintiendo incluso la adopción de regionales antojitos como las empanadas, imperdible entonces son las de queso y es que es bien conocido que en sureñas tierras de nuestra entidad elaboran este lácteo producto, así que vale la pena entonces visualizar el derretido, fundido y delicioso interior de un empanada.
Como siempre hay algo que aprender, aquí conocí el “Chayiwah”, es decir masa de maíz mezclada con hoja de chaya, que una vez frito va acompañado de rebanadas de huevo duro, una buena dosis de salsa roja y coronado con pepita molida. ¡Una verdadera exquisitez campechana!
Créame su facilidad y sabor ha permitido que estos antojitos permanezcan de generación en generación, conquistando locales y foráneos paladares, porque una vez que los pruebas, no puedes negar su hipnotizante sazón; y como al principio “pancita llena, corazón contento”, degustaré un par de panuchos para ser espléndidamente feliz.