Hace algunos días escuché en un foro turístico la acertada frase “sitio que no es conocido, sitio que no es visitado”, y vaya tiene mucha lógica, porque a pesar de que el ser humano tiene implantados gramos de iniciativa y descubrimiento, preferimos muchas veces descartar lo desconocido, y créame querido lector, que nos estamos perdiendo de mucho. Es por eso y a prueba de mi curiosidad, que en esta ocasión quiero compartirle un atesorado sitio que se resiste a las tempestades del tiempo y que añade un atrayente toque natural que sin vacilación, merece visitarlo: La zona arqueológica de Kankí.
A pocos kilómetros de la ciudad de Tenabo y ubicada en la comunidad del mismo nombre, este histórico sitio, evidencia una vez más el trascendental interés arqueológico de la evolutiva sociedad maya, no solo porque te hechiza con sus enigmáticos edificio sino también porque pareciera arrullarte con frescas corrientes de aire. Pues bien, a pesar de su evidente decaimiento este lugar presenta rasgos distintivos del estilo Puuc, desarrollando así elementos arquitectónicos importantes que aún es posible visualizarlos, como el uso del arco falso en muchos de sus aún erigidos vestigios.
Por si fuera poco la astucia maya se hace evidente, ya que algunos de los aposentos están erigidos en elevaciones naturales, otorgando por supuesto un ligero toque de superioridad. En contraparte y con cierta paradoja, existen también plataformas bajas que transmiten la noción de descendientes e inexploradas cámaras. Siendo sincera, es indescriptible ese envolvente y fugaz sentimiento de hallazgo. Créame, lo amerita el sitio ya que aún es tan virgen y desconocido.
Aquí también hay cabida para el simbolismo y la decoración, porque para mí fortuna y creo que también para usted querido lector, aún es posible visualizar un majestuoso y bien acabado mascaron que sin duda impone belleza y distinción. Lo invito entonces a considerar cuidadosamente la imagen que encabeza este artículo. ¿Observa la sincronía de las caladuras y los delimitados bordes de las grecas? Es increíble la majestuosidad que transmite y si eso fuera poco, en este mundo maya todo tiene un fin. Sí, permítame ilustrarlo un poquito mejor: este mascarón es dedicado a Kinich Ahau, máxima deidad solar y quien en este sitio se convierte en anunciante de uno de los pilares del pueblo maya: el inicio de la siembra y la cosecha del preciado maíz acompañado de la llegada de las lluvias, es decir, el arranque de la época más propicia para la agricultura. Aquí entre nos y en amena plática con mi guía, supe de un atractivo fenómeno de luz solar, ya que gracias a su simetría y orientación, en los primeros días del mes de mayo, se genera una óptica ilusión que irradia los ojos del milenario mascaron. Lo admito, ésta es una maravilla que me encantaría ver y esperaré ansiosamente.
Apropósito es asombrosa la cantidad de chultunes que aquí se encuentran, lo que nos indica una singularidad: la gran importancia del almacenamiento de víveres y agua para ésta sociedad. Para finalizar, lo invito a dejarse consentir por la caprichosa naturaleza y el afanoso verdín de sus piedras, invitación que seguramente no podrá negar. Sigamos pues, ¡haciendo turismo en Campeche!
Berenice Ceballos García.